¡Saludos y sean todos bendecidos!
Hacía tiempo que no escribía, pero hoy quiero compartir un suceso reciente. Hemos escuchado que Dios nos cuida, nos guarda, pero muchas veces al momento de la verdad, cuando las circunstancias ponen a prueba nuestra fe, optamos por confiar más en nuestra propia capacidad que en la espera de que el Dios de Justicia sea quien se encargue de nuestras circunstancias. Dice la Palabra de Dios en Juan 16.33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Es una clara advertencia, sucesos adversos llegaran a nuestra vida amenazando de alguna forma u otra, nuestro bienestar o el de los nuestros, pero que no era necesario temer, desesperarnos o perder el control.
Allá para el 2005 una noche tuve un sueño en el cual me encontraba corriendo mientras huía por la orilla de una playa, de tres personas que me perseguían, tiempo después comencé a sufrir una persecución en mi trabajo por parte de tres personas en puestos superiores. Una mañana de domingo mientras estaba en la iglesia aquel predicador en medio de su mensaje hizo un paréntesis, girando sobre sus pies y mirándome fijamente me cita Colosenses 3.23,24 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia. Luego de meditar en aquella palabra pude comprender de qué manera debía yo responder ante aquel infierno que me encontraba viviendo en mi lugar de trabajo. Comencé a meditar de mañana y tarde en aquella porción mientras trabajaba, ante cada injusticia, no miraba las circunstancias presentes ni a aquellos que me oprimían, sino que entendía que El Dios de Justicia observaba fijamente cual era mi situación, así que en algún momento, a su tiempo, El actuaria. En definitiva, El próspero la obra de mis manos, mientras algunos buscaban perjudicarme, yo era bendecido con el favor y gracia de Dios.
Hace unas tres semanas Dios me hablo en medio de la noche, una experiencia similar a la de aquel entonces, el mensaje era claro, “vientos de adversidad se aproximan”. Por cuestiones éticas no debo entrar en detalles sobre lo sucedido, pero si quisiera compartir de la mejor manera esta nueva experiencia de protección divina, por parte del Dios de Justicia. No había pasado bien una semana cuando aquellos vientos adversos comenzaron a dejarse sentir, comencé a experimentar cierta persecución y cuando estaba a punto de reaccionar por mi propia cuenta recordé aquella advertencia que ya Dios me había hecho. Me detuve por un instante y me di cuenta de lo que sucedía, a partir de ese momento me propuse mantenerme confiado, no permitirme perder el control, ejercer el dominio propio y refrenar mis labios ante la injusticia a la que me enfrentaba, meditando de mañana y tarde en aquella experiencia del pasado en la que deje que Dios fuese quien hiciera justicia por mí. El resultado fue, que una semana después, recibí una muy buena y generosa bendición, que de haber reaccionado y tomado la justicia en mis manos hacia la persona que me oprimía no hubiera recibido semejante bendición.
En ocasiones, es difícil creer y cuesta mucho esperar a que Dios haga justicia mientras nos mantenemos enfocados en las circunstancias que nos rodean, pero no nos enfoquemos en el presente, recordemos como Dios anteriormente ha actuado a favor nuestro, levantemos la mirada, allá, a lo lejos, cuando te levantas un poco sobre tus pies, puedes ver la promesa de Dios a la distancia. El cuida de ti, no lo dudes.
Shalom!
Steven Arman